El color nos elige antes de que lo nombremos: intuiciones, historia y diseño emocional
- Jimena Femat
- 6 may
- 6 Min. de lectura

Hace muchos años, pinté el cuarto de Luna de un color rosa súper bonito. Ella tenía cinco y yo, un corazón lleno de buenas intenciones + una brocha con certezas prestadas. Pensé: “rosa es ternura, infancia, amor y a Luna le va a gustar tanto que pasará más tiempo ahí.” ERROR. Luna no dormía ahí: apenas despertaba, huía. El cuarto parecía rechazarla o viceversa y ella constantemente buscaba razones para ni siquiera dormir ahí.
En aquel entonces, yo estudiaba Arquitectura y justo estábamos iniciando con teoría del color. Un día hablé con el maestro del tema y le pregunté si el color tendría algo que ver y él comentó que ciertos tonos de rosa se usaron en contextos institucionales para calmar. Esto para nada me dio la respuesta que buscaba, y en mi Jimena implacable y curiosa, me puse a investigar a fondo. Luego supe que era verdad: el Baker-Miller Pink, usado en prisiones, calmaba al principio… pero luego generaba ansiedad. Quizá eso sentía Luna: una belleza que la inquietaba.
Los colores no solo decoran. También activan, modulan, repelen o abrazan.
Cuando el color nos elige antes de que lo nombremos
Y justo hace poco, en la DINÁMICA CMF (Color, Material & Finish), dentro del marco de la EXPO OBRA BLANCA a la que nos invitaron a participar (sí, les presumo —la neta estuvo padrísimo), volvieron a tocar ese tema que a mí me inquieta tanto. Y resurgió la pregunta que me hizo conectar con todo esto:¿cómo identificas una tendencia? ¿La sigues, la sientes, la puedes identificar... o huyes de ella?
Me quedé reflexionando, porque muchas veces solo me dejo llevar por mi intuición al momento de elegir colores. Ellos llegan a mi mente como una flecha que entra y se clava sacando a todos los demás de la posibilidad de ser escogidos. Como cuando una canción aparece primero siendo un murmullo casi imperceptible y cuando menos acuerdas, ya la tarareaste todo el día. Así yo: lo empiezo a usar, sin saber por qué y meses después, lo veo repetido en ropa, carros, ferias, catálogos, revistas. Como si muchas personas hubiéramos recibido el mismo susurro visual sin hablarnos entre nosotras, el mismo CTA. Y fue ahí donde volví a pensar en cómo estas intuiciones compartidas —estas corazonadas colectivas— muchas veces se traducen en patrones, códigos y lenguaje visual. En otras palabras: en diseño.
Porque el diseño, más allá de lo funcional o lo bello, es también una respuesta sutil al estado del mundo. Es la síntesis de lo que sentimos, lo que pensamos y lo que necesitamos como sociedad. Es lenguaje invisible. Es termómetro emocional.
Eso es CMF. Una metodología que nació en la industria automotriz para traducir emociones colectivas en colores, materiales y acabados. Al principio se usaba para anticipar qué tonalidades o texturas conectarían mejor con los consumidores de autos. Pero hoy, CMF se ha expandido y respira en el interiorismo, el mobiliario, la tecnología, la moda… porque entender el color, la textura y el acabado ya no es solo estética: es conexión humana.
Y sin embargo, también es algo más antiguo. Un eco que viene de antes de la rueda, de antes del render. Un impulso que, sin saberlo, nos une. Porque sí: el color nos elige antes de que lo nombremos.
Las señales invisibles que recibe el cuerpo
Los colores no solo entran por los ojos, sino que se infiltran. Se sienten en la piel, en el pecho, en el sistema nervioso. Activan el hipotálamo, influyen en la producción de serotonina, y dialogan en secreto con nuestro sistema límbico: esa parte profunda del cerebro donde habitan las emociones primitivas.
Y sin embargo, su poder no es solo biológico, es también simbólico. Milenario. Porque mucho antes de que existiera la neurociencia, las culturas ya sabían lo que el cuerpo intuía.
En el antiguo Egipto, los colores eran medicina. En Grecia, vibración pura. En India, energía alineada a los chakras. En China, expresión de los cinco elementos: agua, fuego, tierra, metal, madera. En Rusia, ideología. Y hoy, en Instagram, son branding.
Pero en todas partes —y en todos los tiempos— han sido lo mismo: símbolos vivos.
El Feng Shui lo confirma desde otra mirada: el verde es expansión, el rojo vitalidad, el azul memoria profunda, el amarillo contención. Y no es casualidad que esos significados coincidan entre culturas separadas por océanos y milenios.
Porque en el fondo, todo esto son frecuencias. Ondas que resuenan en el cuerpo. Algunas nos elevan. Otras nos estabilizan. Algunas nos iluminan como un sol interno. Otras nos apagan sin darnos cuenta. Y algunas —las más honestas— simplemente nos devuelven a casa.
El color, al final, es vibración. Y como toda vibración, o nos desordena… o nos sintoniza.

El color como lenguaje: mis secretos al diseñar
El uso del color afecta nuestra vida diaria más de lo que imaginamos. Saberlo usar es un arte sutil, íntimo, casi terapéutico. Porque los espacios que diseñamos no solo deben verse bonitos: deben decir algo, acariciar al usuario final, hablarle sin palabras; deben aportar la contención, calma y seguridad necesarios para habitarlos.
Y como toda conversación importante, lo esencial está en los matices. Así que por eso aquí te van mis grandes secretos: cómo intento hablar con el color a quienes habitan los espacios que creamos.
Escucha el cuerpo antes que la moda. Si un color te calma, úsalo. Si te excita, dosifícalo. Si te incomoda, no lo justifiques. Tu cuerpo siempre sabe antes que Pinterest.
Piensa en función, no en Instagram. Un comedor necesita tonos que mantengan el apetito y la conversación. Un baño no tiene por qué parecer el quirófano de una clínica nórdica.
Juega con la temperatura. Si tu casa tiene luz fría, contrasta con tonos cálidos y terrosos. Si tienes mucha madera, piensa en verdes, índigos o terracotas para crear diálogo y descanso visual.
No todo es pared. Un color puede habitar una silla, un marco, un zoclo o un florero. A veces, el detalle más pequeño se convierte en el alma del lugar.
Honra tu tiempo vital. No eres la misma en verano que en invierno. Ni la misma a los 30 que a los 39. Tus espacios también pueden mutar contigo. Y eso está bien porque así es la vida.
El color también es destino
Hoy Luna ya no tiene cinco, sus paredes lo reflejan, hoy son verdes! y yo ya no pinto con certezas ajenas. Pinto con la intuición de una mujer que ha visto cómo el color transforma, acompaña y revela. Pinto con sabiduría y con conocimiento.
En cuanto a las tendencias, no me gusta seguirlas. Más bien creo en señales. En esas pequeñas sincronías que te hacen ver un mismo tono en el cielo, en un post, en la flor que cayó justo en tu zapato.
Si un color te llama, respóndele. Quizá es el universo hablándote con su mejor voz. Porque muchas veces, el color nos elige antes de que lo nombremos.
¿Tienes un color que no puedes dejar de pensar? ¿Un tono que aparece en tu día como una pista, una emoción o un deseo? No lo ignores. Píntalo. Habítalo. Vívelo.
Y si no sabes cómo, escríbenos. Tal vez solo necesitas un mapa cromático para volver a ti.
En PUR.PUR.A diseñamos con alma, ciencia y un poquitín de magia.
🪄 ¿Este blog te resonó? Cuéntame en los comentarios. Un corazón, un recuerdo o un color también cuentan. Porque así como el color vibra... las palabras también nos sintonizan.
¡Diseñemos junt@s!
Gracias a Obra Blanca por abrir espacios donde el diseño se piensa, se cuestiona… y se siente.
#ElColorNosElige #ColorEmocional #InteriorismoConSentido #DiseñoSensorial #FengShuiModerno #ColorConsciente #CMFDesign #InterioresConAlma #Neurodiseño #PurpuraVibes #ColorYMemoria #EspaciosQueSanen #InteriorismoFunky #TendenciasIntuitivas #DiseñoMexicanoContemporáneo #WellnessInterior #ColorEsDestino #ArquitecturaEmocional #DiseñarEsSentir #WeLovePurpura
コメント